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Licenciada caliente

 
Liz Tengo veintidós años y soy licenciada en empresariales. Ya me he divorciado, pero vivo felizmente con mi novio. Hace sólo diez minutos me he sentado en mi escritorio, arrellanada en la silla, he metido el brazo derecho debajo del escritorio, me he subido un poco la falda tejana del lado derecho, y, gracias al bonito corte en la parte de delante y a que no llevo ropa interior, me he masturbado con los dedos mientras pensaba en un profesor de cuando estudiaba en el instituto.
Era moreno y de aspecto viril y tenía un voluptuoso bigote. Yo sabía que se sentía atraído por mí; bromeábamos y reíamos todo el tiempo, con insinuaciones sexuales en nuestro contacto visual y nuestras risas excitadas.
Este profesor tenía una mezcla de almacén y despacho al que iríamos y él cerraría la puerta. Bromearíamos y reiríamos y finalmente él se acercaría por detrás y jugaría con mis pechos y estiraría de mis pezones para ponerlos erectos.
Nos restregaríamos el uno contra el otro, nos pondríamos calientes y nerviosos. En realidad nunca hicimos todo eso en su despacho, él tenía miedo de que nos encontraran, pero créeme, estoy segura de que yo lo deseaba tanto como él.
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licenciada caliente sexual   Una de mis fantasías sexuales se desarrolla en un lavabo público, del tipo que tiene un lavamanos y un retrete. Desde la ventana de mi despacho veo un grupo de trabajadores de la construcción que cruza la calle desde el edificio. Están poniendo una acera de cemento. Todos son muy musculosos y naturalmente visten pantalones téjanos rotos y agujereados y no llevan camisa. Se dan cuenta de que estoy mirándolos desde la ventana, lanzan algunos silbidos y chanzas, pero no me preocupan porque estoy interesada en un tío en particular. Es un ejemplar magnífico como parecen serlo la mayoría de trabajadores de la construcción, de un bronceado dorado, músculos sobresalientes, hermoso culo, cabellos dorados y rizados y rasgos duros y fuertes. Él no deja de mirar en dirección a mi ventana, y yo sigo contemplándolo mientras trabaja. Lo mismo se repite varios días.
Lo saludo cuando el equipo llega por la mañana. Lo contemplo numerosas veces durante el día. Por la tarde, cuando paso por su lado con el coche, lo saludo y él me mira y me saluda lentamente, con segundas intenciones (o por lo menos así lo imagino yo). Bien, finalmente, un día detiene el coche y me pregunta cómo me llamo. Se lo digo y me entero a mi vez de que se llama Wayne. Sugiero que comamos juntos un día. Seguro que al día siguiente viene a buscarme. Disfrutamos de una agradable comida en la cafetería de al lado y hablamos de nosotros mismos, lo normal: familia, aficiones, etcétera. Descubro que realmente me he puesto caliente sólo por sentarme junto a este tío y empiezo a moverme inquieta en el asiento al notar que se extiende mi humedad. Alarga el rostro por encima de la mesa para acercarlo al mío y respira pesadamente al mismo tiempo que me pone la mano sobre el muslo por debajo de la mesa (o bien sus brazos son inusualmente largos o la mesa muy estrecha... bueno, es una fantasía... ).
Acerca más su silla a la mesa, de modo que alcanza a palpar con los dedos la humedad que provocan mis jugos vaginales. Todo el tiempo se ríe entre dientes al observar mis esfuerzos por seguir comiendo. Le sugiero que volvamos a mi despacho por la «parte de atrás», que es un pasillo largo y desierto en el que están los lavabos. Me detengo frente al de señoras y digo que tengo que entrar. El se ofrece para ayudarme con la cremallera, y con risas atravesamos atropelladamente el umbral. Una vez en el servicio, nos besamos y fundimos el uno en el otro. Me da la vuelta, me levanta la falda y se saca la polla de los pantalones. Desde detrás desliza su miembro por la raja del culo y por mi coño húmedo. Yo estoy inclinada con una mano sobre la rodilla y la otra apoyada en la pared. Apenas puedo contener la excitación, sabiendo que en cualquier momento sumergirá su verga palpitante en mi coño ansioso que se contrae. En ese momento, ¡me penetra! ¡Es el éxtasis! Bombea y aprieta en un movimiento circular y luego pasa a intensas arremetidas. No tardamos demasiado tiempo en corrernos los dos, ya que ha estado frotándome el clítoris al mismo tiempo. Nos estremecemos y nos aferramos a la vida mientras nuestros abdómenes se ponen rígidos, estiramos las piernas y nuestras espaldas se arquean a la vez que gemimos de placer. En silencio, salvo por nuestras respiraciones pesadas y contenidas y por nuestros suspiros de alivio, nos vestimos mutuamente, acariciándonos con detenimiento. Me besa agradecido y yo lo beso con igual gratitud, porque ha sido una experiencia compartida. Caminamos hacia mi despacho y me deja en la puerta con una mirada de lujuria que me promete más comidas deliciosas en el futuro.
Nosotros no te haremos feliz, pero te ayudaremos que lo seas.
 
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