|
|
|
Jovencitas y niñas en lenceria
|
Lynn Tengo diecisiete años
y pronto iniciaré mi último año en el
instituto. Perdí la virginidad a los quince años,
lo cual parece ser norma general entre las chicas estudiantes
de mi instituto y me enloquece la lenceria
sexy. Cuando el sexo en
sus muchas formas gloriosas era nuevo para mí, mis relatos
eroticos eran meras repeticiones de mis más recientes
contactos
sexuales. Ahora tengo un segundo amante, también
de diecisiete años,
al cual tuve la satisfacción de pervertir y los dos
disfrutamos de la búsqueda de nuevos placeres. Hemos
descubierto, por ejemplo, que un «juguete
erotico » ocasional,
como el hielo o pastel de cerezas, puede sazonar nuestros actos
sexuales. (Nos gusta pensar que sexualmente estamos
un paso por delante de nuestros compañeros, que aún
luchan con cremalleras y complejos de culpabilidad en oscuros
y estrechos asientos traseros.) Hay algo delicioso en la idea
de follar con el profesor, ese modelo
respetado, ese pilar erigido por la sociedad para representar
todo lo que es la «moral» frente
a la corruptible juventud de hoy en día. Algunos profesores
varones poseen cierto atractivo sexual cerebral
que te tienta a follar, no sólo con sus cuerpos, sino
también
con sus mentes académicas, como si pudieran simultáneamente
llenarte el coño de semen y la
cabeza de sabiduría.
Educación
indirecta. No me gustaría que esta fantasia
sexual se
hiciera realidad por los problemas evidentes que supondría
cuando se fueran a entregar los diplomas el día de la
graduación. |
|
|
|
estudiantes en lenceria |
|
|
Otras de mis fantasías trata del tema
mentor-pupilo, y yo desempeño cualquiera de los dos
papeles con igual satisfacción. Como pupila, creo un
atractivo hombre mayor que me lo enseña todo sobre literatura,
filosofía, historia del arte, política, problemas
sociales universales, todo; incluyendo, por supuesto, el sexo.
Cuando yo soy la mentora, me imagino a mí misma como
una mujer en la veintena o la treintena, a quien jóvenes
hombres vírgenes en busca de una introducción
al sexo, excitante pero afectuosa, podrían acudir para
obtener una instrucción paciente y personal. Por supuesto,
estaría muy solicitada, pero no aceptaría dinero
por mis servicios. Tras seleccionar al nuevo alumno al que
deseo educar, le hablo de todo tipo de cosas, permitiéndole
tantear el terreno, sentirse a gusto conmigo.
Cuando se hubiera
establecido una relación, procedería a introducirlo
en el tema físico: besos, caricias, masajes, baños
de burbujas compartidos. Y luego pasaríamos a lo sexual:
masturbación mutua, sexo oral, acto. Al principio yo
le guiaría y luego dejaría que tomara la iniciativa.
Por fin, le daría una patada en el culo y le echaría
al mundo con un mayor conocimiento sexual y emocional de las
mujeres que el de muchos hombres. |
Una de mis fantasías recientes surgió para
entretener a mi amante. No estoy segura de dónde salió la
idea: Un hombre (que no tiene rostro y, por lo tanto, es
intercambiable) está a punto de pronunciar un discurso
en un gran auditorio lleno de gente. Es un discurso importante
que él ha preparado con gran esfuerzo. El público
espera ávidamente escucharlo. Él se acerca al estrado.
Habla seriamente durante unos cinco minutos y, luego, lentamente,
se da cuenta de que un par de manos, cálidas y suaves,
están tirando de la cremallera y bajándole los
pantalones. Trata de apartarse del estrado, pero yo sujeto su
pierna. Para evitar que se note algo extraño se queda.
Mis manos continúan su trabajo. Atrapado, se le pone dura.
Ahora no osaría apartarse del estrado ni un paso. Libero
su polla y me la meto en la boca. Mi lengua, mis labios y mis
manos trabajan mejor que nunca. Él lucha por parecer tranquilo
cuando se acerca al punto álgido. Tiene el rostro encendido
y suda abundantemente, pero continúa hablando. El público
está cautivado. Sus caderas empiezan a introducir activamente
su ansiosa polla en mi boca, buscando sensaciones aún
mayores. Más rápido. Ya no puede contenerse. Se
corre, gritando las últimas palabras de su discurso, y
el público enloquece, poniéndose en pie para ovacionárnosle. |
Nosotros
no te haremos feliz, pero te ayudaremos que lo seas. |
|
|
|