|
|
|
Soy Gay homosexual
y maricon
|
Freud fue el primero en documentar la sexualidad de la
infancia más temprana, los años edípicos que van
más o menos desde los cuatro a los siete. Y por este «descubrimiento»,
los miembros de su profesión prácticamente le condenaron
al ostracismo.
Antes de Freud se daba por sentado que no había
impulsos sexuales hasta
la pubertad. Nadie quería pensar
que los niños de cuatro años tuvieran sensaciones
sexuales, mucha gente se resiste aun
hoy a la idea, sobre todo cuando se trata de sus propios hijos,
que necesitan encarecidamente el reconocimiento paternal de
lo que están atravesando.
Como muchas de las mujeres de este capítulo, una de
las que me escribió recuerda muy vividamente
su primer encuentro sexual,
a la edad de siete años,
con su prima, y luego otro con otra chica, a los trece años. «Supongo
que mis relatos sexuales presentes han surgido de aquellas
tempranas experiencias sexuales», dice.
Aunque siente «repugnancia
ante la idea de tocar sexualmente,
en realidad, a una mujer... fantaseo continuamente sobre ello».
Estos recuerdos de temprana exploración
sexual con
otra niña son la semilla de la que nacen
las fantasias
eroticas del presente. Estas aventuras son muy usuales
en los sueños de las niñas, pero suelen ser olvidadas
o reprimidas. Sin embargo, para muchas de las mujeres de este
capítulo, el incidente
permanece como un importante indicio de su identidad sexual.
Priscilla tenía catorce años cuando tuvo su primera
experiencia
sexual con otra niña. Se besaron y se tocaron
los pechos inocentemente, «pero
el cálido hormigueo entre mis piernas era muy real»,
dice Priscilla, y «aunque no ocurrió nada más,
este suceso sigue muy presente y es la base de una fantasia recurrente». |
|
¿esto es ser gay, maricon, homosexual? |
Al ser los primeros pasos en nuestra propia
homosexualidad y hacia la independencia de las reglas paternas,
estas tempranas experiencias sexuales tienen la emoción
de lo prohibido y pueden tener en la memoria una energía
explosiva, que dure toda una vida.
Lo más
normal es que nada vuelva a ser tan excitante como aquel primer
despertar. Si ha sido una relacion gay
u homosexual con alguien
del mismo sexo, puede ser un recuerdo muy querido, como les
ocurre a muchas mujeres de este capítulo, o puede conservar
para siempre su original «excitación y sentimiento
de culpa» por
creerse maricon, homosexual o gay,
como ya hemos visto. Parece que para las mujeres es mucho más
fácil que para los hombres vivir con el recuerdo homosexual de
sus juveniles experiencias sexuales con gente de su mismo sexo.
Para muchos hombres, los primeros encuentros sexuales con otro
chico, más
que recuerdos excitantes con los que hacer relatos
eroticos o crear
fantasías
adultas, son una pesadilla gay.
Y
por muchas mujeres que el hombre seduzca o por muchos años
que hayan pasado desde aquel incidente infantil, la etiqueta
puede permanecer indeleblemente grabada en la memoria: homosexual.
El joven muchacho puede no saber nada de la ho-mofóbica
preocupación
de nuestra sociedad, pero lo aprende con rapidez y se etiqueta
a sí mismo.
Tomemos por ejemplo un artículo del New York Times publicado
en 1984 y titulado «Fantasias Sexuales: ¿Cuál
es su significado oculto?» En el artículo, el
escritor se refería a un escrito de la American Psychoanalytic
Association. El doctor que redactaba el escrito sostenía
que «una persona
que tiene fantasías homosexuales,
aunque no practique activamente la homosexualidad,
es maricon [...] aunque sus fantasías homosexuales sean
inconscientes». |
|
|
Mientras escribo tengo delante la amarillenta
hoja del periódico marcada con mis signos de exclamación
e interrogación.
Me sorprende y me enfurece que alguien que se hace llamar «doctor» pudiera
decir algo así. ¿Cómo
podemos calificar a alguien de maricon por
lo que piensa? Es el estado policial llevado al último
extremo. Las fantasías
femeninas con otras mujeres son uno de los temas más presentes
en mi investigación
desde mi jardín secreto, donde apenas eran un murmullo.
Empezaron a cobrar vigor a comienzos de los ochenta, y han seguido
siendo una fantasia favorita,
aparte de los otros temas con los que la mujer pueda disfrutar
en sus fantasías, hasta el día
de hoy.
Y dudo que desaparezca, ya que ofrece a muchas mujeres,
no sólo excitacion
sexual,
sino también un espejo en el que mirarse ellas mismas.
Hace veinte años me sorprendí de que mi investigación no
descubriera más de estas fantasias
de mujeres con mujeres. Sabía
que los hombres disfrutan mirando o estando con dos mujeres,
tanto en la realidad como en la fantasía. Y sabía
que con frecuencia las mujeres han tenido tempranas experiencias
homosexuales con niñas.
Pero la fantasia sexual de una mujer con otra no emergió y
despegó hasta que las mujeres obtuvieron el apoyo real
de otras mujeres, hasta que se unieron para apoyarse, para identificarse,
para todo. Sin embargo, sería un error decir que ninguna
mujer de este capítulo
se siente amenazada por estas ideas.
La nuestra es una cultura
obsesionada con etiquetarlo todo y a todos. Y los que colocan
las etiquetas intentan imponer un punto de vista inhibidor y
limitado, para disuadir a otros de una exploración que
podría enriquecer sus vidas. Las etiquetas
existen porque pueden hacer la vida tolerable para los que ya
se han atrincherado en una vida estrecha y segura; este tipo
de persona puede vivir con su vida diminuta, a salvo del miedo
de intentar nada nuevo, sólo si
puede impedir que otros lleven una vida que le recordaría
lo aburrida e insulsa que es la suya propia. Las etiquetas, sobre
todo las despectivas, permiten al envidioso dormir por la noche. |
|
|
De modo que no es sorprendente que algunas
de estas mujeres se etiqueten por miedo de lo que otros puedan
pensar de ellas. «Yo
digo que soy bisexual, dice Molly, pero esto es realmente
un tecnicismo para una sociedad que insiste en que todos deben
llevar una etiqueta. A mí me gustan mucho más
las mujeres, pero también te lo puedes pasar bien con
un hombre en la cama.
Soy una romántica incurable y
para el romance, para el amor, prefiero a las mujeres. Creo
que empezamos a vivir con la capacidad de sentirnos sexualmente atraídos
por ambos sexos. Con el tiempo,
la mayoría de nosotros somos orientados hacia un sexo
u otro. Aunque a mí nunca me han atraído sexualmente
las mujeres, es algo que podría ocurrir una bonita noche
de verano; pensar de otra forma sería limitar la vida.
Todos tenemos algo «latente».
Escuchemos a Maya, intentando averiguar si tiene esto o aquello
latente (y ¿para quién?: para los etiquetadores):
En realidad no me considero gay,
porque no prefiero las mujeres a los hombres.
Supongo que me gustan igual, aunque pueda parecer que me gustan
más
las mujeres. Pero no es así necesariamente, es simplemente
que las cosas han surgido de esa forma. Supongo que no me equivoco
al decir que soy bisexual,
porque creo que, dadas las circunstancias apropiadas, volvería
a estar con una mujer.» He
decidido no clasificar este material como fantasias
heterosexuales, bisexuales y lesbianas.
Muy a menudo las mismas mujeres no saben cómo calificarse. «Tengo
muchas veces esta fantasía y a veces me preocupa la
idea de que tal vez sea una lesbiana reprimida o algo así»,
dice Gwynne. Ya que ella, y otras mujeres de este libro, se
preocupan sin necesidad, llamaré a estas fantasias «mujeres
con mujeres»,
y dejaré que ellas hablen por sí mismas. Lo que
dicen las mujeres de este capítulo
sobre su vida real es que el 70 por 100 de ellas han tenido una
experiencia sexual con otra mujer o les gustaría tenerla.
En cuanto a la culpa y la ansiedad, se expresaban con más
frecuencia a principios de los ochenta, como ocurre con Libby: «Cuando
pienso en el apareamiento de dos personas del mismo sexo, generalmente
me dan ganas de vomitar. No me siento homosexual, ni siquiera
bisexual. ¡Lo único que
quiero es tener un contacto
amoroso con esa chica maravillosa!» En
1985 la mayor parte de la culpa y ansiedad que provoca la etiqueta
han desaparecido. |
Para algunas mujeres es de vital importancia
establecer en su fantasia si ellas
llevan la iniciativa sexual o
son el sujeto pasivo que recibe. Por ejemplo, para esas mujeres
preocupadas de que sus fantasias sexuales con otras
mujeres puedan etiquetarse de «lesbianas»,
la ansiedad desaparece por arte de magia cuando la otra mujer
asume claramente el papel de agresor, de la que lleva la iniciativa.
«Tengo
muchas veces esta fantasía y a veces me preocupa la
idea de ser una lesbiana reprimida»,
dice Gwynne. Puesto que la fantasia es creación
suya sobre la cual tiene absoluto control, Gwynne inventa una
mujer «que
me conoce muy bien, sabe cómo besarme, y yo sé que
puede hacer que me rinda. Quiero que me tome...» El propósito
de este relato erotico es excitarnos,
hacernos traspasar las barreras que inhiben la rendición
sexual. La mente, que es una maravillosa fuerza creativa, conoce
nuestras necesidades
sexuales y
nuestros miedos primitivos antes de que nosotros seamos conscientes
de ellos. Estas mujeres no hablan de sus fantasias como obras
de ficción que crean
conscientemente sentadas ante un papel y con una pluma en la
mano; las fantasías, como los sueños nocturnos,
siguen un hilo narrativo que proviene del inconsciente. Cuando
estas mujeres cierran los ojos mientras se masturban, lo que
surje a la conciencia puede derivar en parte de sucesos recientes
o nuevas amistades, pero el exquisito obstáculo
que se ha de superar, los ingredientes prohibidos que le dan
la chispa a las fantasías, provienen generalmente de
la más temprana
infancia, y son la mayoría de las veces inconscientes. |
Lilly vive su vida sexual con hombres, pero
sus fantasías
se refieren sólo a una mujer «que me hace todo
lo que podría
hacerme un tío (menos follar), pero mejor, porque es
muy dulce y cariñosa». La necesidad que tiene
Lilly de amor y ternura es anterior a la entrada del hombre
en su vida, pero la fantasia la asusta porque «si mis
padres descubrieran lo que pienso, me desheredarían,
y mis amigos me rehuirían».
La ansiedad
de ser amada por una mujer queda mitigada por la distinción
creativa de que es la otra mujer la que «viola mi cuerpo»,
es la otra mujer la que asume la responsabilidad de la tímida
seducción
de Lilly. En cierto modo, esta asignación del papel
pasivo y del agresivo me recuerda las tradicionales fantasías
de violación
con hombres, donde era esencial estipular que la mujer estaba
siendo forzada en contra de su voluntad.
En la fantasía
de Georgina, por ejemplo, «una lesbiana varonil, pero
muy atractiva, me convence para que vaya a su casa».
Entonces empieza a desnudarla agresivamente, le ordena que
se masturbe, le pega, la ridiculiza. «¡Venga,
coño, a ver cómo te corres!» Y ella se
corre «con
grandes espasmos». Al fin y al cabo, no tiene elección:
la enorme mujer mala ha hecho que se corra. En la realidad,
Georgina se describe como «una persona muy digna y orgullosa.
Nunca me permitiría "dejarme
ir" así, ¡y mucho menos con otra mujer!».
Pero en la vida real, Georgina no puede dejarse ir de ninguna
manera, ni con el hombre mayor, tradicional y conservador con
quien tiene relaciones; sólo en la seguridad de su fantasía,
donde el inconsciente responde a sus necesidades, se crea su
necesaria compañera sexual,
una mujer mayor y agresiva que no le deja más elección
que someterse y llegar al orgasmo. |
Con mucha frecuencia, estas mujeres especifican
que la mujer de su fantasia
erotica es «mayor que ellas».
Cuando Carolina pide «una mujer cálida y amistosa
que quiera acogerme bajo su ala», no está pidiendo
a alguien de su edad para satisfacerla sexualmente, sino el
pecho de una mujer maternal «de
mediana edad». «Sé lo bien que debe de sentirse
un hombre cuando chupa los pezones de una mujer, y yo también
quiero experimentar esa sensación», dice. ¿Por
qué no?
Para algunas personas, la idea de ser tratados con cariño
maternal es anatema para la excitación
sexual; para
otros, es el mayor placer
sexual, si se deja claro que la otra
persona ha iniciado el acto y ha asumido toda la responsabilidad.
Es evidente el paralelismo con esa madre poderosa de nuestra
infancia. A veces, en la fluidez de la fantasia, la
mujer pasa de ser amada y /disciplinada maternalmente a asumir
ella misma el papel de madre, igual que hace un niño
pequeño en la terapia de los juegos.
Las que más énfasis
ponen en su papel son las agresoras, las mujeres para las que
llevar la iniciativa lo es todo. «Quiero sentir que controlo
la situación
o a la mujer —dice Marybeth, que se califica de lesbiana—.
Quiero ser la que manda. Me gusta verlas cuando quiero yo,
no cuando quieren ellas.» En su caso, la fantasía
imita la realidad. Pero para muchas mujeres entrevistadas por
mí, cuyo «mayor
miedo es el miedo al rechazo» en la vida real, un cuento
erotico se convierte en el lugar en el que pueden, sin
riesgo, ser «la
agresiva». Al imaginarse dando a sus compañeras
todo el placer posible, no sólo llegan al orgasmo,
sino que lo hacen desempeñando
el papel que más les gustaría asumir en la realidad:
el de la seductora que nunca es rechazada. Naturalmente, sería
muy optimista por mi parte deducir de mis investigaciones que
las mujeres se niegan ya a llevar las homofóbicas etiquetas
de la sociedad.
Las mujeres de este capítulo son el grupo
más joven del libro, con una
edad media de poco más de veinte años. Todavía
no sabemos si mantendrán su autoaceptación y la
tolerancia hacia los demás cuando entren en los años
más conservadores
del matrimonio, la maternidad y el asentamiento de su carrera.
Lo más
interesante será ver si las tradicionales fantasias
masculinas sobre mujeres con mujeres siguen siendo tan populares
como lo eran en Men in Love, donde a los hombres les encantaba
la imagen, tanto en los cuentos eroticos como
en la realidad, de dos mujeres disfrutando mutuamente de sus
cuerpos, dándose expertos orgasmos, introduciéndose
consoladores con un entusiasmo que aseguraba al hombre que a
la mujer le gustaba el sexo tanto como a él. Aquello era
antes de que la mujer hubiera adquirido su fuerza economica y
la independencia sexual. Pero dado que la mujer de hoy quiere
el trabajo del hombre y también su amor, ¿están
estas fantasias destinadas a excitar o a apagar la libido
masculina? |
Nosotros
no te haremos feliz, pero te ayudaremos que lo seas. |
|
|
|